Ciudad de México. Un colectivo de
mujeres encontró en el bordado una forma de darle una nueva dimensión a
la protesta por los feminicidios en México; la iniciativa, que crea
vínculos íntimos entre las vivas y las que nos arrebataron, se extiende
por varios países y devuelve el nombre y la historia a las asesinadas.
México es un tapiz de amplia diversidad,
pues es rico en recursos naturales y universos culturales. Sin embargo,
frente a este paisaje existe una situación grave en materia de derechos
humanos. El sistema de justicia en México es un aparato ineficaz, pues
carece de capacidad para garantizar a sus habitantes el acceso a la
justicia y la seguridad. Una de las realidades que responden a esta
situación es el feminicidio, que en México es una constante. Lugares
como Ciudad Juárez, Chihuahua, se conocen en el país y en el mundo por
los cientos de casos de mujeres asesinadas y desaparecidas, que aún
están impunes. Por desgracia, esta problemática ha crecido y en estados
como Veracruz, Hidalgo, Estado de México, Tlaxcala, Chiapas, entre
otros, los feminicidios se han convertido en un delito recurrente. En
este contexto es que Bordamos Feminicidios tiende sus hilos, un movimiento de mujeres que tiene como propósito visibilizar esta grave situación de violencia.
La primera puntada
En noviembre de 2012 la presidencia de Felipe Calderón estaba por concluir. Emergió entonces una iniciativa llamada Bordando por la Paz, de la cual forma parte Bordamos Feminicidios.
Dichas iniciativas promovieron “despedir” al mandatario con una
manifestación pacífica que implicaba la exposición de miles de pañuelos
bordados. Cada pedazo de tela debería llevar bordado el nombre de una
persona asesinada o desaparecida durante el sexenio, que terminó con un
saldo de más de 90 mil muertos y 26 mil personas desparecidas.
Bordamos Feminicidios decidió
centrar su trabajo, como su nombre lo indica, en los casos de los
asesinatos de mujeres. Si bien es cierto que el origen de este
movimiento comenzó con un objetivo muy específico, el de la despedida de
Calderón, su incidencia sobrepasó a esta fecha y se convirtió en una
herramienta de sensibilización y educación.
Estudios de diferentes organizaciones y
académicos concluyen que ser mujer en México implica la disminución de
oportunidades y la exposición a situaciones de violencia y desigualdad.
Según Amnistía Internacional, en su informe anual de 2012, en este país
“la violencia contra las mujeres siguió siendo generalizada. Se denunció
un gran número de homicidios de mujeres en muchos estados y los
responsables siguieron eludiendo la justicia en la mayor parte de los
casos. La legislación que mejoraba el acceso a la justicia y la
seguridad para las mujeres en situación de riesgo siguió siendo
inefectiva en muchas zonas.”
Bordamos Feminicidios tiene
presencia en estados como Chihuahua, Estado de México, Morelos,
Veracruz, entre otros, e incluso en otros países. Los pañuelos se han
expuesto en plazas públicas como la Alameda o el Zócalo de la Ciudad de
México. Sin embargo, dice Minerva, integrante de Bordando,
“independientemente de que sí se exponen y cada vez nos los piden más y
nos hacen documentales, no es el ojo externo el más importante. La
relación que se hace entre la bordadora y la bordada alcanza una
intimidad gruesa”.
El hilo
Este colectivo se reúne en torno a la
historia de otras mujeres, que aunque ya no están físicamente siguen
enseñando sobre el ser mujer. Bordar es una de las actividades más
antiguas en la historia humana; el fin del bordado ha sido, casi
siempre, dar vida a las prendas mediante la unión de hilos, colores,
texturas y puntadas. Sin embargo, los paños de tela de Bordamos feminicidios son pañuelos que se bordan con la vida misma, con la historia y el corazón de cientos de mujeres.
El hilo con que se bordan los pañuelos
es el feminicidio. De acuerdo a Minerva, “es un gran avance que se hable
de feminicidios.” Es importante recordar que este término comenzó a
usarse a partir de 1990 en la literatura feminista y que el feminicidio
es la máxima expresión del odio hacia las mujeres. Esta privación de la
vida es el ápice de una espiral ascendente de violencia naturalizada.
Entre hombres y mujeres se han interiorizado y aceptado como “normales”
las ofensas verbales (como los pseudo-piropos que recibe una mujer en la
calle) y las golpizas físicas o emocionales, por ejemplo. La
interiorización se da en grado tal que en casos de acoso o abuso sexual
se justifica el acto diciendo que las mujeres son responsables de
incentivar dicha conducta.
En este colectivo las bordadoras dan a
estos asesinatos una nueva dimensión. Minerva dice que “a través de un
bordado se mezcla lo bello y lo espantoso, la vida con la muerte y las
vivas con las muertas”. Es mediante un pañuelo que las voces acalladas
de cientos de mujeres, se transmutan en palabras y colores para contar
su historia y para enseñarnos a las y los vivos.
Los colores
En el muro de Facebook de Bordamos Feminicidios
aparece un post que dice: “Terminé”. Tiene adjunta la foto de un
pañuelo bordado con esta historia: “26/05/2007 Nuevo León. Brenda
Castillejos Luna, tenía entre 25 y 30 años y trabajaba como mesera. Me
mató Alberto Rodríguez Lozano, con quien mantenía una relación. Me
golpeó, me quemo el tórax y me estranguló”. El nombre de Brenda está
teñido de color morado y por su tamaño destaca de entre las demás
palabras. Minerva dice: “elegimos bordar a las mujeres en color morado
porque es el color del feminismo y de la transmutación”.
Las historias de los pañuelos se bordan
en primera persona, pues estos lienzos visibilizan a las muertas, es
decir, se relega el número tras el que quedan su nombre y su historia.
Hoy son más de 280 mujeres-pañuelos, que han vuelto llenas de paz,
capaces de combatir sus miedos, a exigir justicia y ayudarnos a las
vivas a combatir los nuestros.
Minerva cuenta que “le dedicamos un
tiempo a ella, un tiempo del que le robaron, quince minutos, una hora.
Es un momento de intimidad”. La relación que se teje entre la vida y la
muerte a través de la elaboración de estos pañuelos engendra el
conocimiento. Mujeres que nunca antes se habían cuestionado sobre el
feminicidio, al bordar se preguntan sobre sus derechos y su ser mismo,
pues las historias que están contando con sus puntadas traspasan a su
vida cotidiana.
Uno de los acuerdos que tienen estas
bordadoras es llevar consigo su labor. Es en el camión, la reunión
familiar, la sala de espera o el metro, que otras personas se enteran y
comienzan a participar. Los medios electrónicos han hecho su aporte,
pues es común que al término del pañuelo se postee una foto, que
da pie a preguntas, comentarios y a que más personas se interesen en
bordar. La respuesta ha sido favorable y cada vez más mujeres escriben
para sumarse a la tarea de Bordamos Feminicidios, lo cual
representa un reto pues la logística recae sobre unos pocos hombros, sin
embargo y aunque a pasos pausados, el trabajo sigue.
Las puntadas
Para bordar se necesita como ingrediente
indispensable, dice Minerva, “saber acompañar; no importa si nunca
antes has bordado”. Los casos que se bordan provienen del Observatorio
Ciudadano Nacional del Feminicidio, organización dedicada a la
documentación y sistematización para la incidencia. Después que la
bordadora se pone en contacto con Bordamos Feminicidios se le
entrega el caso que bordará. La mujer bordada se nutre de la lectura que
la bordadora hace de su caso e incluso de la investigación que ésta
realiza por su cuenta. Es entonces cuando se dimensiona la importancia
del saber acompañar. La experiencia trastoca la vida cotidiana y acerca a
estas dos mujeres que dejan como testimonio de su relación un pañuelo
lleno de colores, flores, estrellas, o cruces en la tela, símbolos del
afecto y convivencia.
Esta actividad ha traspasado las
fronteras y en países como España, Argentina y Guatemala, también se
están dando puntadas por los feminicidios de mujeres mexicanas.
Particularmente, la experiencia con Guatemala es sobresaliente, pues han
decidido en un mismo pañuelo bordar dos casos similares, uno
guatemalteco y otro mexicano. Minerva dice: “es increíble que a
kilómetros de distancia, dos hombres totalmente diferentes decidan matar
a una mujer por razones similares y de manera similares”.
La humanidad tiene una gran deuda con estas mujeres, porque su ausencia nos falta a todas. Las bordadoras que conforman Bordamos Feminicidios han
encontrado en esta práctica un medio para exigir y luchar por justicia;
pero también han dado un primer paso para transformar el día a día y
tener una vida libre de violencia.
Por otro lado, estos pañuelos brindan la
posibilidad de “des-victimizar” a las mujeres asesinadas. Donde los
medios, el aparato de justicia y la sociedad encuentran horror, donde se
criminaliza a estas mujeres, Bordamos Feminicidios encuentra
historias. Se les conoce por sus nombres, su trabajo, sus gustos. En los
pañuelos quedan horas de convivencia entre las mujeres de ayer y las de
hoy, colores, cariños, tiempo. Entre las mujeres/pañuelos y las
mujeres/bordadoras se forma un una voz tan fuerte que ni la muerte misma
puede enmudecer.
Publicado el 11 de marzo de 2013
http://desinformemonos.org/2013/03/bordando-por-la-vida-y-la-justicia/
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